Durante la última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española, su presidente, el Cardenal Blázquez, invitó a todos los obispos a poner la mirada en este grito que lanzan nuestros hermanos cristianos perseguidos en diversos países el mundo. Es un grito de dolor y de esperanza. Su martirio da testimonio de que la alegría del cielo vale más que la propia vida. Pero además, su testimonio nos estimula a nosotros para no pactar con mediocridades, para no ser cristianos tibios, sino entregar toda la vida a Aquel que me amó y se entregó por mí. Por este motivo, todos los cristianos estamos convocados en este semana que va desde la Solemnidad de la Ascensión hasta la Solemnidad de Pentecostés para que en todas nuestras oraciones estén presente aquellos hermanos nuestros que tienen que huir de sus casas, que pierden su trabajo, que no tienen a veces ni qué comer ni con qué vestirse… ¿Cuál es su culpa? Ser cristianos.
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