¿Es posible seguir construyendo la alegría? (Ante el nuevo atentado en París)

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Cuando Europa estaba saliendo del desastre humano que habían supuesto las Grandes Guerras Mundiales, en el corazón de los ciudadanos y de los políticos había un gran deseo: construir una Europa donde esto no se volviera a repetir, una Europa libre donde todos los países construyeran la paz, una Europa sólida donde los derechos humanos prevalecieran sobre el ansia del poder, la avaricia del tener y la estulticia del someter. En definitiva, una Europa donde la vida en libertad se tradujera definitivamente en alegría. Así, la música de la “Oda a la Alegría” de Beethoven se convirtió en ese lenguaje universal que desea que todos los hombres se abracen como hermanos.

Pero, ¿es posible en este día volver a mirar y buscar la alegría? Precisamente en este momento en el que la sangre se ha vuelto a derramar en París, tal y como sucedió hace diez meses, y nos ha vuelto a encoger los corazones. En aquellos días, en el afán por intentar entender la espesura de aquel momento, era normal que surgieran ciertas preguntas: “¿Cómo es posible que el mal se apodere de los hombres? ¿Qué sucede en el interior de las personas que llegan a estos extremos? ¿Estamos ante un ataque al mundo cristiano o ante un ataque a la libertad de expresión?”

paris

Hoy vuelven a saltar y conmoverse nuestros corazones. No podemos acostumbrarnos al dolor de la muerte gratuita. No podemos dejar de entender que nos encontramos ante quienes piensan que un día sin atentados es un día perdido. No podemos dejar caer en el olvido estas situaciones, pues la falta de memoria puede ser un camino que no conduzca al desastre.

Pero en esta nueva ocasión, tenemos necesidad de mirar a la realidad de frente: “Se trata de un ataque a la paz de la humanidad que requiere una reacción decidida y conjunta por parte de todos para luchar contra la propagación del odio homicida en todas sus formas” (Federico Lombardi, Vaticano, 14 de noviembre de 2015).

Ésta es nuestra tarea. No nos basta con pasar unos días de luto. Los católicos necesitamos convertirnos en los auténticos constructores de la paz, que luchan contra la propagación del odio; necesitamos convertirnos en los autores de una sociedad que se disponga firmemente a la reconciliación; necesitamos ser verdaderamente los Hijos de Dios que quieren mostrar que un nuevo inicio es posible.

No neguemos el dolor que nos produce. Elevemos nuestras súplicas a Dios por las víctimas y por los verdugos. Y tomemos en serio la vocación que hemos recibido de ser luz del mundo y sal de la tierra para construir la libertad que nos regala Dios, la paz que gobierna nuestros corazones y la alegría que brota de su amor: sólo el sacrificio de la Cruz es capaz de superar las distancias que nos separan, abrir los corazones a la conversión y derramar su misericordia sobre cada hombre de nuestro tiempo. 

cristo velazquez

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