Carta de Mons. #Osoro: “Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”

Osoro Carta

Estamos celebrando el V Centenario de santa Teresa de Jesús. Quisiera hablaros desde el corazón de la Santa, cuando estamos todos iniciando un curso nuevo, con programas y proyectos, con revisiones de lo que hicimos y con tantas expectativas como tenemos. Permitidme entrar en vuestro corazón, me parece oportuno acercarme a vuestra vida para deciros lo que con su vida y sus escritos tan bellamente nos dice la Santa de Ávila: «Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta». Os invito a que acerquemos nuestra vida a esta mujer excepcional que nos hace entrar en comunión de vida con Jesucristo. El Evangelio siempre tiene algo que decirnos; leído y contemplado hoy, con la Santa abulense, tengo la certeza de que nos invita a vivir nuestra vida en dos actitudes existenciales que implican decisiones fundamentales:

1. La decisión de vivir bendiciendo a Dios al descubrir su grandeza y nuestra pequeñez: «Yo te bendigo Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11, 25).

2. La decisión de estar siempre en el Señor: «Venid a mí todos los que estáis cansados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11, 28).

Santa Teresa, con su vida, escribe páginas del Evangelio con una belleza y una actualidad singular. Nos hace entender el Evangelio y nos hace preguntarnos y responder con nuestra vida. Nos sitúa en lo más necesario para encontrarnos con Dios, en la pequeñez, en la bendición y en la cercanía del Señor. Escuchad a santa Teresa:

«Vuestra soy, para Vos nací
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad
Eterna sabiduría,
………………………….
Vuestra soy, pues me criaste,
Vuestra, pues me redimiste,
Vuestra, pues me llamaste,
Vuestra, porque me esperaste,
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?»

(Cf. Obras Completas, Monte Carmelo, 1982, p. 1678)

Para vivir bendiciendo y para vivir no desde uno mismo, sino estando en el Señor, hay que tener Sabiduría. Es la que la Santa siempre buscó y encontró en toda su plenitud en Jesucristo. Se hizo verdad en ella que la Sabiduría verdadera la encontró en el Señor: «Se apoya él en ella y no se dobla, a ella se adhiere y no queda confundido» (Eclo 15, 4). Es la Sabiduría que nos viene del Espíritu Santo. Abrirnos a esta Sabiduría es una necesidad y es obra del gran artista que es Dios mismo.

Me gustaría rastrear para vosotros, desde la Palabra de Dios, esta Sabiduría que se hizo vida en santa Teresa de Jesús y donde descubrimos los pasos que tenemos que dar para vivir bendiciendo siempre al Señor, que es estar bendiciendo a los demás, a los otros, a todos, al prójimo, y estando siempre en Él. ¿Dónde lo encuentra santa Teresa? Creo que podría simplificarlo en estos textos del Evangelio, claves en ella:

1. «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» o sentir que hemos sido cogidos o elegidos por Dios en el Hijo tal como nos enseña Jesucristo. Quizá esto pueda parecer extraño, pero ser cogido es esencial para convertirse en el amado. El primer paso en nuestra vida espiritual es precisamente ese que nos enseña Jesucristo: reconocer con todo nuestro ser que hemos sido cogidos, o elegidos. Cuando sé que yo he sido elegido, me hago consciente de que he sido visto como una persona que tiene una predilección: Dios le ama y le quiere. Santa Teresa de Jesús, a través de su vida, quiso ser coherente a esta idea; qué alegría y qué responsabilidad pensar que el Señor se fijó en mí en calidad de persona única y que tiene el deseo de conocerme y amarme. Nos enfrentamos aquí a un gran misterio, pero ser elegido o cogido no quiere decir que los otros sean rechazados. Al contrario, el elegido se hace consciente de que nunca puede excluir a los demás, sino incluirlos en su vida. Para mantener esta conciencia de elegidos es necesario buscar personas y lugares en los que nuestra verdad sea dicha y donde se nos recuerde nuestra identidad más profunda como elegidos de Dios, y al mismo tiempo celebrar nuestra condición de elegidos, es decir, dar gracias a Dios por habernos elegido y bendecirlo. Es el modo más claro de entender y disponer la vida para Dios y, por ello, para los demás: «¿Qué mandáis hacer de mí?».

2. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados y yo os daré descanso. […] Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis vuestro descanso» o tomar conciencia de que sin estar en el Señor somos seres rotos. Santa Teresa tuvo tal conciencia de su ser roto que siempre estuvo buscando personas que la ayudaran a encontrarse con el Señor, de tal manera que solamente así podría restaurarse en su ser roto. Nuestro ser de hombres rotos tiene muchas manifestaciones: exclusiones, dependencias, rupturas, globalizar nuestro ego y no el amor de Dios, sufrimientos, enfermedades, guerras, enfrentamientos, pecado. ¿Cómo se puede responder a estas rupturas? Entre otras cosas, hay que hacer más amistoso y fraterno nuestro mundo y ponerlo bajo el signo de la bendición, es decir, hay que saber decir y vivir como elegido y, por tanto, como amado por Dios, que dispone todo lo que es y tiene para entregar el amor de Dios a los demás. Esto tiene una manera de realizarse: tenemos que disponernos a vivir en comunión con Nuestro Señor Jesucristo. Comunión que alimentamos en el sacramento de la Penitencia, donde el Señor nos perdona y restaura nuestra vida; nos recompone de tal modo que de rotos nos convierte en hijos en el Hijo y en hermanos en el Hermano. Comunión que alimentamos en la celebración de la Eucaristía, donde Jesucristo se hace realmente presente en el misterio de la Eucaristía y nos lleva a vivir las consecuencias de esta comunión en el ejercicio de la caridad con todos y para todos, dando la vida por todos. ¿Habéis intentado alguna vez pasar tiempos largos no haciendo otra cosa que escuchar la voz del Señor? Escuchadla, ya veréis la paz que llega al corazón.

3. «Así hace el que teme al Señor, el que abraza la Ley logra sabiduría» o vivir entregados. Hemos sido elegidos, estamos rotos, somos bendecidos, para ser entregados. ¿Os habéis dado cuenta del gozo que produce hacer algo por otra persona? ¿Os habéis dado cuenta lo que supone poner la vida al servicio de los demás? ¡Qué misterio más maravilloso! Nuestra realización más completa consiste en darnos a los demás. Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a darnos; Él mismo se dio enteramente, no guardó nada para sí. Santa Teresa quiso imitar al Señor en este darse por los demás, desde los claustros de un monasterio. Hacer la ofrenda de la vida por los hombres, por todos los hombres, es la expresión gozosa de una carmelita; ella alimenta esta ofrenda en la Eucaristía, donde contempla al Señor en la entrega y donación de todo lo que es por los hombres. El Misterio de la Eucaristía –«Tomad y comed», «Tomad y bebed»– es la expresión realmente admirable de la entrega del Señor hasta derramar su Sangre por todos los hombres. Solamente podemos entrar en comunión con Él si nos sabemos elegidos, bendecidos, rotos, pero restaurados por el Señor. Como santa Teresa, entremos en sintonía de Jesús:

«Nada te turbe
nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Solo Dios basta».

Amén.

Con gran afecto y mi bendición,

FrimaOsoro

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