Ante la abdicación del Rey

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Ante la noticia de la abdicación del Rey Juan Carlos, los católicos tenemos la necesidad de entender el momento histórico que vivimos. Y no sólo de entenderlo, sino que además, necesitamos tomar posición.

El mismo Rey ha señalado en su discurso la necesidad de afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana. En los inicios de lo que se ha llamado la Transición Democrática fue una fuerte generación quien asumió la responsabilidad de hacer frente a los desafíos que se le presentaban intentando construir una convivencia basada en la consideración de que aquel que no piensa como yo no es un enemigo del que me tengo que desprender, sino un hermano y un conciudadano con quien puedo construir la realidad en la que vivir. Ahora es esta nueva generación la que está llamada a construir una nueva convivencia.

Esta es una decisión que hoy debemos renovar todos. Como en su día afirmó Benedicto XVI, “un progreso acumulativo sólo es posible en lo material”. Por el contrario, “en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral, no existe una posibilidad similar de incremento, por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. No están nunca ya tomadas para nosotros por otros; en este caso, en efecto, ya no seríamos libres. La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generación, tenga un nuevo inicio” (Spe Salvi, 24).

Como en el inicio de la Transición política, también hoy la Iglesia quiere ser un factor de edificación social. El Papa Francisco llama a todos los cristianos “a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta a una acción transformadora, y en este sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo” (Evangelii Gaudium, 183).

Pidamos al Señor de la Historia la inteligencia, la capacidad de afecto y la responsabilidad necesarias para favorecer una convivencia real entre los españoles. Y que suscite en todos nosotros un deseo de afirmar radicalmente a la otra persona como un bien. Somos parte de esa nueva generación y podemos contribuir con nuestra fe a este nuevo inicio.

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